Gaspar ESCOLANO (1611)
Segunda parte de la Década primera de la historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia.
El cronista i predicador valencià, Gaspar Escolano, en un llibre publicat en 1611 descriu el Regne de València i ens conta la seua història. Us traslladem ací (adaptat a la grafia actual però respectant els topònims i paraules antigues) el que diu de la part nord de Castelló:
[LIBRO SEPTIMO]. CAPITVLO XXVIII. Que contiene la descripción de Villarreal, Río de Mijares y Villa de Onda, con los pueblos intermedios, y muchas antiguedades dellos. A mano izquierda de Burriana, en el camino Real de Barcelona, a ocho leguas de Valencia, como Burriana, y a una del mar, está situada Villa real, con más de quatrocientas y sesenta casas de Cristianos viejos. Es población moderna, fundada después de la conquista por el Rey conquistador, en el año mil doscientos setenta y dos. El sitio es admirable, porque le tiene en peña llana, y bien fortificado con su muro y baluartes. Sus paisanos son naturalmente hombres sagaces y proveídos, entre los de aquella comarca, y tan prevenidos en su gobierno que apenas se siente pecho, ni impósito alguno en la villa, por lo cual, y por su ínsita fertilidad, ayudada de la acequia que le toman al Río de Mijares, va siempre en aumento de moradores. Entre todos sus frutos, tienen nombre el vino y aceite, y hay partido que le cría tan delicado que le pasan por bálsamo.
De la Torre de Burriana, corre la costa a la otra, que llamamos de (Torre de) Mijares, cosa de legua y media, con asistencia de dos guardas de a caballo, y dos de a pie. Toma el apellido del Río de Mijares, por hacer allí su descargo en el mar. Este Río sin duda es el que Plinio pone en el paraje de nuestro Reino, en los confines de Sagunto, y entrada de laregión de los Ilercaones, que como queda declarado, alcanzaba en tiempos de los Romanos a toda la Plana de Castellón, tierra de Morella, y Maestrazgo, hasta la Ciudad de Tortosa. Así lo señala la descripción antigua de España que anda en las tablas de Ptolomeo, y lo afirman Hieronymo Paulo en su libro de los Ríos, Beuter, el gran Matemático Muñoz en la lectura Geográfica; el Doctor Pradas en el libro de la adoración de las Imágenes; Miedes en la historia del Rey Don Jaime, como muchos.
El nombre que a este Río le dan Plinio y todos los referidos autores, es Idubeda, y por descuido de los escribientes, en algún manuscrito de Plinio se lee 'Vdiba' [Udiba] (lectura que la siguió Hieronymos Paulo). En otros, 'Vduba' [Uduba], como también por otro tanto engaño, en Ptolomeo. Esta siguió Pinciano en las notas sobre Plinio, pareciéndole que el nombre Idubeda no era de nuestro Río, sino de aquel gran monte que atraviesa la mayor parte de las Españas. Mas a la verdad Pinciano se quiso engañar con el desengaño y tropezar con la verdad. Porque solo saber que el nombre se llamaba Idubeda le habría de alumbrar, que el Río que tiene su origen en él y le acompaña hasta nuestro mar (donde mueren juntos padre e hijo) tomaba de él su nombre como su nacimiento. Notoria cosa es que el monte Idubeda se derrota de los Pirineos dese Navarra, y que rompiendo por Castilla y Aragón hace dos puntas al mar, la una por Tortosa, en Cataluña, y la otra en el Reino de Valencia, por Murviedro [Sagunt], levantando en alto tres costillas, entre otras, que son entre nosotros de mucho nombre, llamadas las sierras de Peñagolosa, Esllida y Espadán. De las fraguras de un ramo deste gran monte nace el Río, que ahora llamamos de Mijares, y los antiguos Idubeda, en razón de su origen, tomando el apellido del solar.
Según lo dicho, probada queda la trascuenta de Novagerio, que Idubeda de Plinio fuese el Río de la Senia, fin del Reyno de Valencia y principio del de Cataluña, y casi el remate de los Ilercaones, como también la del Catalan Tarrasa, que tan a ciegas dijo que el Idubeda de Plinio no era Río (con llamarle Río) sino la ciudad de 'Vbeda' [Úbeda] en Andalucía, con distar más de ochenta leguas de nuestro Reino. Este Río trae su primera descendencia de unas fuentes, que nacen en el campo de Sarrión, Obispado de Teruel, y el primer lugar que baña es el de Mançanera, donde se juntan el riachuelo de las Truchas y el del Payaso, y se van a incorporar con él un poco más arriba de Alventosa, pueblos todos del Reyno de Aragón, en frontera del de Valencia. Sus nombres, por estar mal impresos en el Mapa que hizo de él Abraham Ortelio, se deben enmendar. Porque a Sarrión llama 'Sarria', a Mançanera, 'Malanera'; y 'Alventoja' a Alventosa. Esta fue la que le dio el nombre en tiempo de la conquista, según que hallamos que el Rey Don Jaime, dando mojones al nuevo Reyno de Valencia, le llama Río de Alventosa en su Coronica.
Después se le llegan (casi a los confines de los dos Reinos) las aguas de la caudalosa Fuente de Lescaleruela, y con ellas entra por el nuestro, por la banda que mira a Poniente, por Torres, Puebla de Arenós, Montanejos, Castellmontán, Alquería, Cirate, Espadilla, Toga, Alcudia, Ahin, Onda, Begín, Bellaguarda, Villareal y Burriana. Y por la parte de Levante, a la mano izquierda respecto de su entrada, da la primera vista a Cortes de Arenoso, Tormo, Torrechiva, Argelita, Vallat, Fansara, Luexa, Almaçora y campo de Castellón de la Plana. Todas las vegas de estos pueblos se riegan de él, ayudado de un riachuelo, que sobre Toga, al Poniente, se le comunica, y de otro, que bajando de Villahermosa, se le junta a vista de la misma Toga, al Septentrión. Finalmente recibe de paso, el Río, o verdaderamente Rambla de las Vseras [Useras], en frente de Villareal.
Desde la conquista acá, le comenzaron a llamar Río de Mijares los nuestros, por un pueblo de Moros que entonces florecía en su ribera, a poca tierra andada de nuestro Reyno, y muy cerca de Cirate. Era aquel pueblo de muy apacible campaña y saludable vivienda; tanto, que el Rey Moro Zeyt Abuzeyte, cuando fue echado de Valencia por los valedores de su contrario Zaen (y se retiró a tierra de Segorbe, que se tenía por él) se venía los veranos a pasarlos en Mijares. Deshizole el tiempo (polilla general de las cosas criadas) dejándonos solo por recuerdo una Torre en el término de Cirate, que aún hoy día a ella y al sitio los llaman Mijares.
No es el Río de los mayores de nuestro Reyno, pero en sus calidades se adelanta a los grandes, según que sus aguas son estremadas, y se parecen en la fineza del lino que producen, y en la salud que universalmente causan en quien las bebe. Por experiencia se sabe que cuando por el mes de Agosto carga el ganado vacuno de garrapatas y otras comezones, con abrevarle en este Río dos o tres veces, se limpia al momento, y queda sano; y así al sabor de tantas virtudes, por participar de ellas, con presas le apañan tres acequias los de Villareal, Burriana y Castellón.
En la descripción de la Ribera de este Río, por la parte que mira a Valencia, queda en lo de arriba dicho, que hay situados tres pueblos, que por estar en el llano de Burrana, y en los últimos fines de los Edetanos (aunque no son marineros) debemos dar cuenta de ellos antes de pasar del otro cabo del Río, donde comienzan los Ilercaones. Los pueblos son Onda, Begin y Bellaguarda, y dejando estos dos para el siguiente capítulo, Onda es una grande y hermosa villa, a dos leguas del mar, puesta a la falda de un monte. Beuter la hace tan antigua, que dice la edificó Oro, o Saoro, Rey de España, hijo de Atlante, a los seiscientos ochenta y dos años después del diluvio, y de su nombre la llamó Oronda; o Oro, según Pradas. Siguieron a Beuter el Obispo Miedes, y Viciana en su tercera parte y aún yo le siguiera, como citara autor. En el tiempo que andaba el Cid por nuestro Reyno, ya se llamaba Onda, y con este nombre la conocieron los Moros todo el tiempo que la señorearon. Así lo refiere la historia general de España en la cuarta parte.
Hállanse hoy día en su campo monedas, con el nombre de un Miramamolín de Marruecos, y muchos edificios a lo Morisco, mos no por eso es argumento, como lo piensa el Viciana, de haberla ensanchado y mejorado el Miramamolín, como no lo es, de que el Rey Philipe que hoy reina, haya crecido a Valencia, por correr en ella moneda con su nombre. En tiempo de la conquista era tan grande población que afirma Montaner en su Coronica, que entre las Torres del castillo y de la cerca, llegaban a trescientas. Hoy es población de setecientas y veinte casas, con unas pocas de Moriscos. Tiene el sitio, entre Mediodía y Poniente, y sobre lo alto del monte asentado, un fuerte y hermoso castillo que la ampara. Su riqueza consiste ahora en labrar paños, y en las cosechas del campo, que las tiene de todos frutos. Antiguamente llenaba gran trato por el mar, como lo manifiestan unas ruinas que se hallan junto a la costa, en el término de Burriana, al cabezo que se llama el Cargador de Onda, y ahora el Cabeçote. Su campaña lleva naturalmente acebuches, algarrobos y ciruelos de admirable gusto. Parte de sus rentas se las lleva una encomienda de Montesa, como sucesora de los bienes de los Templarios, si bien el soberano dominio pertenece a la corona Real.
Para cuya inteligencia conviene saber que, teniendo un Rey de Aragón empeñada esta villa a los caballeros Templarios por veinte y siete mil sueldos, los mismos vecinos de la villa dieron el dinero y la desempeñaron, y aún sirvieron al dicho Rey con cien mil sueldos porque los incorporase con la corona Real para siempre, sin poderlos volver a enajenar ni él ni los sucesores. [...]
CAPITVLO XXIX. Que concluye la descripción del campo de Onda y trata de las villas de Almaçora y Castellón, y de la costa del mar, desde la Torre de Burriana hasta la de Oropesa, con los pueblos intermedios, y muchas antigüedades. Debajo de la jurisdicción y dominio de Onda están, dentro de una legua, los lugares de Tales, Artesa y Ribas albas, con ciento y treinta casas por todos, si bien las rentas las lleva el Comendador. Alguna vez he sospechado que Tales sería uno que en la historia General de España llaman Tares, no lejos de Murviedro, y Artesa, la que en tiempo de la conquista se llamaba Artàs. Tras estos se ofrece el llano de Burriana, el lugar de Bechín, del Marqués de Guadaleste, Don Philippe de Cardona, con cuatrocientas casas de Moriscos, a dos leguas del Mar. Algunos le tuvieron por la antigua Etobesa, donde se le apareció a Anibal la Phantasma que le llamó a la guerra de Italia, como lo veremos en la descripción de Xerica y Bexix. Más abajo, en par del camino Real de Barcelona, ya a media legua de Villareal, ocupa la una parte del camino un lugar destruido, que llaman Mal retorno, y de la otra, hacia el mar, el de Bellaguarda, con algunas casas deshabitadas.
De la otra banda del Río de Mijares, al Levante, cae la villa del Almançora, cámara del Obispado de Tortosa, con ciento y veinte y seis casas de Cristianos viejos. Es vocablo Arábigo tomado del Moro o Mora, que fueron sus señores, o de la palabra /Alma/, que en aquella lengua significa "agua", por estar fundado a la ribera del Río Mijares; y no a la del Xucar, como mal informado dijo Mariana. [...]
A poca distancia de Almançora, viene la rica y populosa villa de Castellón, con su castillo; que vulgarmente se llama de la Plana, por estar dentro del llano de Burriana. Sus cosechas son grandes, de pan, granos, frutos, hortalizas, algarrobas, cáñamo, lino, seda, vino y cañas dulces, como lo publican los trapiches y molinos que aún permanecen, y por haberse pasado todo el trato del azucar a Gandía y Oliva, se le dió de mano en Castellón. En su campo nacen de suyo algarrobos, pinos, donzeles [piñoneros?] y albares, y muchos acebuches. Al gusto de esta preñez de tierra han ido creciendo sus casas hasta número de mil doscientas y sesenta, con mezcla de unas veinte y cuatro de Moriscos, que se han quedado en el arrabal, como liendres de la antigua comezón que se comió a nuestro Reyno, en la pérdida general de España. Alárgase de Valencia por la costa nueve leguas pequeñas, y del mar casi lo mismo que ella. Su latitud y altura de Polo no es de treinta y ocho grados y treinta y seis minutos (como lo señaló Gemma Frisio en su Geographia) sino de treinta y nuerve, y cincuenta y seis minutos, según la poostura que tiene en el Mapa que hizo Ortelio de nuestro Reyno.
Es población nueva, fabricada en el año mil doscientos cincuenta y uno, luego, después de la conquista, por orden del Rey Don Jaime, y por medio de un Don Ximen Pérez de Arenós, como se halla por escritura auténtica del Rey, otorgada en Lérida en dicho año. Reedificose de las ruinas de otra, que por todos los siglos de los Romanos, Godos y Moros estuvo edificada un poco más arriba, en la peña del monte, con su castillo, y en par de una copiosa fuente que mana allí y agora la llamamos de la Reina. Aún quedan muchos vestigios de ella, y se parece haber sido plaza de importancia, pues escriben Beuter y Viciana, que alojaron en ella los ejércitos de Anibal, de que haremos averiguación en el siguiente capítulo. Esta población destruida, quiere Albornoz que sea la que Ptolomeo llamó Dianio, y la dio asiento antes de Murviedro, por el lado de Cataluña. Mas como su opinión quede revencida en la descripción de Denia, tengo para mí que era la que Estrabón llama Cartalio o Castalio.
Allí nos cuenta, que en su tiempo tenía la famosa Sagunto tres lugares de nombre en su comarca y vecindad, que eran Cheroneso, Cartalio y Oleatro. Que Cheroneso fuese Peníscola y Oleatro Albalate queda ya probado en este libro. Que Castalio sea la vieja Castellón. se conjetura de más de la vecindad que esta villa tiene con Sagunto (y no haber otro en toda la redonda que en lo pasado hubiese sido de nombre) lo confirma el sitio en que la asienta la Tabla de España de Ptolomeo, que es entre Peníscola y Murviedro, y el propio en que hoy vemos a Castellón. conforman en darle este puesto la descripción antigua de España, recogida por Abrahan Ortelio, y el Nebrisense en su vocabulario de los Pueblos y Ríos. Y así por la semejanza de los hombres e identidad del asiento, engo a persuadirme que Cartalio, o Castalio, es la reedificada Castellón, convirtiendo en este nombre el antiguo de Castalio, bien empleado en los buenos ingenios que salen de esta villa, como basan para testigos de suficiencia el doctísimo Telólogo y Doctor de París, Francisco Jover, y el gran Médico Pasqual (y lo predican los libros que escribieron), y Bartholomé de Reus, Secretario del Rey Don Juan de Navarra.
El Viciana siente con nosotros, y parece inclinarse a que tomó el pueblo el nombre de la Fuente que le nace al lado, que se llamó Castalia, a imitación de aquella tan celebrada de Grecia, a raíz del monte Parnaso, dedicada a las nueve Musas, por haberse convertido en ella la Ninfa Castalia, que iba huyendo de Apolo, cuyo Templo estaba labrado por allí cerca, en la ciudad de Delphos, como philosofando y fabulando, lo contaron los Poetas Gentiles. De haber sido todo este paraje habitado de Griegos en tiempos antiguos, se deja presumir que ellos dieron el nombre a la Fuente, y ella al Pueblo viejo y el pueblo nuevo. Otros (a lo llano) sienten que a la nueva Castellón se le dio el mimo Castillo de la vieja, donde vemos ahora una Ermita de la Madalena, y otro castillejo llamado de Nadal, que le viene cerca.
Hoy se halla Castellón cabeza de Gobernación, aunque hijuela y sufragánea a la general de Valencia, y extiénde su jurisdicción desde el riachuelo de la val de Vxó (que atravaiesa por el campo de Nules) hasta el Río de la Sénia, que ataja nuestro Reyno del de Aragón y Principado de Cataluña. Bajando de Castellón al mar, se topa con unas largas almarjales o pantanos, y una laguna de agua, que se recoge en aquel seno de las fuentes que brotan en él, y de las avenidas del mar. Por los carrizales de ellas se crían y anidan bandas de Puercos javalis, y Francolines, y otras caças de gusto, y atendiendo los naturales al rico estado en que hoy tienen a Castellón, muchas veces han procurado en Cortes Generales que de todo aquel cuartel de nuestro Reyno, que ocupa el Obispado de Tortosa, se erigiese uno de nuevo que tuviese su silla en Castellón. Mas como aún no ha llegado su hora, no ha tenido ejecución su demanda.
En el Grao de esta villa, que es una casa donde se recogen los pescadores y sus xarcias, hay una Torre a legua y media de la de Mijares, por la costa, guardada con dos de a pie, y dos de a caballo. De esta se toma la vereda, cosa de una legua, a la Torre de la Olla de Benicacim, a quien precede un poco antes la punta del Margal [Marjal]. Es la Olla de Benicacim un espacioso puerto, que en el recodo de un monte formó naturaleza, y que por ser casi redondo le llamaron olla, y por estar en el término fertilísimo de un pueblo llamado Benicacim, en la Plana de Burriana, le dieron por nombre, la Olla de Benicacim. Este pueblo por su fertilidad estaba habitado y ahora casi despoblado, por los ordinarios asaltos de los corsarios que desembarcan. Péscanse en este paraje muchos y muy buenos atunes, y había Almadrabas, mas las de Denia se han bebido las demás del Reyno. Guardan su Torre dos soldados de a pie y dos de a caballo, y desde ella se camina a la de San Julián, una legua, y de esta, a la de las Colomeras, un cuarto, donde se cuela en el mar el cabo, que llaman de las Colomeras los marineros. De aquí descurre la costa otro cuarto de legua, hasta la Torre del barranco de la mala muger [mujer], con asistencia para todas de cinco soldados, y tiene media legua la punta de Alcocer (que corrompidamente llama punta del Cofre el Ortelio en su Mapa) y la Torre de Oropesa, guardada con dos, donde fenece el partido de la guardia marítima que llaman de Castellón.
En su llano nos quedan solo dos pueblos, de quien hacer conmemoración, y es el primero la villa de Burriol, en el campo Real de Barcelona, a quien dieron el nombre por estar cerca de Burriana. Éste tiene un antiguo y fuerte castillo en lo alto del monte, y en la conquista cupo a Don Ximen Perez de Arenos, el cual habiendo de embarcarse con el Rey Don Jaime para la guerra santa de ultra el mar, hizo donación de él, el año mil doscientos y sesenta, a un sobrino suyo, llamado Don Gonzalo Perez, Arcediano de Valencia, como parece por escritura que pasó en Albarrazin. Hoy la posee Don Antonio Boil de Arenos, si bien pende por pleito, que le sigue Frances Acion de Besaldu, señor de la Puebla de Burriol [?], y de la Olla de Benicacim. Es la Puebla el segundo lugar que dijimos, y entre ella y Burriol tienen poco menos de cien casas de Cristianos y Moriscos. De los mineros de Burriol tratamos ya en el libro primero. Finalmente esta por alli otro pueblo, que llaman Puebla Tornesa, con diez casas.
CAPITVLO XXX. De las cosas memorables que en el llano de Burriana y en su vecino el de Cabañas pasaron en tiempo de las guerras de los Cartagineses con los Romanos. Entre el llano de Burriana y el de Cabañas media un collado que llaman de la Garrofera, o algarrobo, y fueron tan señaladas las tragedias que quiso el cielo se representasen en su Theatro, según nuestros autores Valencianos, que nos obligan a hacer alto en ellas por un breve espacio, como quien descansa en una venta del largo y áspero camino que se trae en la descripción de la costa. Contaremos primero por extenso los pasos y escenas de esta Tragedia, trasladándola de los antiguos que la escribieron, y reservando para la postre la averiguación de algunas dudas que mueve Ambrosio Morales contra nuestro Beuter. Refiere Apiano Alexandrino, que en aquel tiempo, en España hacía la guerra por los Cartagineses Hasdrubal, hermano de Anibal e hijo de Amilcar el grande (que por ser de la familia Barchina era también llamado Barchino), y por la República Romana, los dos hermanos Gneo y Publio Scipion. Se fue mejorando el partido de los Romanos por una forzosa ausencia que hubo de hacer de España Asdrubal, llamado por el Senado Cartaginés para reprimir los bríos de un mozo Africano llamado Siphax, Rey de una parte de la Numidia o Berberia, el cual, cuanto se deja entender de Tito Livio, se levantó contra aquella señoría a devoción de la de Roma, por lo que a ésta le importaba meterles la guerra dentro de sus casas, para que los Cartagineses hubiesen de quitar la mano de la que tenían en España e Italia.
A vuelta de cabeza de Hasdrubal, les fue muy fácil a los Scipiones traer a su opinión los indiferentes Españoles, al reclamo de amorosas persuasiones; y con las armas, a los rebeldes. Pero allanada la alteración causada por Siphax, con la nueva liga hecha por el Senado Cartaginés con otro Príncipe Africano llamado Masinissa (enemigo capital de Siphax) dice Apiano que dio la vuelta a España Hasdrubal con mayor poder de soldados y municiones, y con treinta elefantes por ayuda de costa, y que con este nuevo aparato se vino a hacer un cuerpo con dos ejércitos que en la misma España capitaneaban su hermano Magon y el otro Hasdrúbal, llamado hijo de Giscon, a diferencia suya. Volvieron a no comerlas tan holgadas los Scipiones con esta unión de ejércitos, si bien todavía llevaban lo mejor en los reencuentros que les ofrecían con el enemigo, habiéndole muerto en veces gran número de soldados y elefantes, favorecidos de los Españoles Celtiberos que habían de nuevo acudido a servir a la República Romana por sueldo.
Fue estimada por tan grande novedad que aquella República hubiese alistado debajo de sus banderas soldados que no fueran naturales Romanos o Latinos (por no haberlo consentido jamás) que cierra Tito Livio el libro con solo encarecerlo por la cosa más notable que en todo aquel año les había acaecido en España. Entrose el invierno y tocoles a todos el tiempo de recoger. Los Carthagineses, escribe el mismo Apiano, que se fueron a pasarlo entre los Turdetanos, ahora fuesen los de la Andaluzia, ahora los de tierra de Teruel, lo que tengo por más verosímil, por lo que dejamos escrito en las guerras de Murviedro. Los Romanos hicieron de su ejército dos partes y se entró a invernar con la una Gneo Scipion en la ciudad de Orsona, que según Ambrosio Morales es la de Ossuna, en Andaluzia; y con la otra, Publio en Castulo, o Cazlona la vieja [per Linares, Jaén].
A la asomada del siguiente verano, refiere Tito Livio que habiendo sacado todas sus banderas a la campaña, los Romanos entrados a consejo, resolvieron que el valor que mostraron poco antes, en estorbarle a Asdrubal el viaje que tentó de hacer a Italia con una parte del ejército para juntarse con Anibal (que por allá traía tan acosada a Roma) no le podía echar más hermoso remate que con acabar de desarraigarle de España, pues se hallaban al presente reforzados con treinta mil Españoles, que habían levantado en la Celtiberia. Los Africanos, con igual intención de hacer otro tanto efecto en ellos, redujeron sus tres ejércitos a dos: el uno acaudillaban de compañía Magon y Hasdrubal, el hijo de Gisgon, y asentaron su Real a cinco jornadas de los Romanos, dejando el otro que gobernara Hasdrubal, hijo de Amilcar, entremedias de los dos.
El sitio del Real de Magon, por conjeturas y relación de unos papeles de memorias viejas que llegaron a manos del estudioso Cronista Pedro Antonio Beuter, vino a creer dicho autor probablemente, que sería en nuestro llano de Castellón, y que les fue bien menester a los Cartagineses escoger esta región marítima para recoger el socorro de la caballería Africana, que las traía el Príncipe Masinissa, que se había desembarcado en este mar Baleárico y venía a juntarse con ellos. El Real de Asdrubal hijo de Amilcar, dice Tito Livio que se puso cerca de Anitorgis, ciudad que solo él, entre los dos historiadores y Geógrafos, la nombra, sin declarar en qué parte de España. Algunos de los modernos, juzgan haber sido aquel el nombre antiguo Español de la ciudad que después los Romanos llamaron Valeria, y finalmente Cuenca, reedificada de sus ruinas en los confines del Reyno de Castilla y Valencia. Otros la tienen por Albarrazin de Aragon, en frontera también de Valencia.
A este último parecer se arrima Beuter, y concluye que la llamaron los antiguos Aniturgi, como quien dice Ani Turio, o pueblo plantado a la ribera del Turia. Abrahan Ortelio, en la Synonimia Geographica acusa a Beuter de olvidadizo y vario, por ocasión de que en otro lugar nos da la villa de Manrresa por Anitorgis, como también Florian de Ocampo. Lo propio sospecha de Tarrega y Sanahuja (todos pueblos de Cataluña) con haber dicho antes, que uno de estos sería la ciudad Atenagia, o Atenagria, de quien se acuerdan las historias Romanas. No es posible averiguar con certeza la identidad y asiento de esta Anitorgis, que a serlo, quedara satisfecha la murmuración de Ambrosio Morales, respecto de las particularidades que en este caso añade Beuter a la relación de Tito Livio, como luego veremos.
Volviendo a ella, cuenta Livio que los Romanos acordaron de dar primero sobre el Real de Hasdrubal de Amilcar a vista de Anitorgis, pareciéndoles que tenían por aquí ganado el juego. Pero por prevenir que en sintiendo la rota de los compañeros, no se les escapasen por los pies los del ejército de Magon y del otro Hasdrubal, acogiéndose a los montes y espesuras que ocupaban aquellos contornos (esto era en la tierra y comarca de Morella, según Beuter) tuvieron por bien de partirse en dos ejércitos, para echar de esta vez el resto de la guerra de España, tanto como esto es hija la presunción de la propiedad. Publio Cornelio llevó a su cargo las dos partes de Romanos y confederados, y con ellos se partió en busca de Magon y Hasdrubal Gisgon, por atajarle los pasos. El Gneo con la tercera parte de los tercios viejos y treinta mil Celtiberos, iba encargado de acometer a Hasdrubal hijo de Amilcar.
Con este designio se desalojaron y marcharon juntos la vuelta de Anitorgis, dando la vanguardia a los Celtiberos. Hicieron alto a vista del enemigo, con solo un río de por medio que los departía, que si era Anitorgis Albarrazin sería Turia; y si Cuenca, Xucar, Ríos de nuestro Reyno. Gneo Scipion se quedó atentado en aquel alojamiento, con la parte del ejército que le había cabido, y solo el Publio se pasó adelante a efectuar lo propuesto. Entonces, dice Beuter, que llegó al dicho llano de Castellón, donde estaban alojados Magon y su compañero. Mas el astuto Hasdrubal de Amilcar, que desde lejos les miraba el juego, descubrió luego una treta (como gran maestro de ellas) y fue que, visto que por haberse dividido el ejército Romano, quedaban enflaquecidas las partes, y que todo el nervio de la una estribaba en los Españoles nuevamente asoldadados, pensó de tentar las voluntades de los Príncipes Celtiberos, que mandasen a los Regimientos de vasallos suyos que ganaban sueldo de los Romanos, se retirasen a sus tierras.
Fue notable la gracia que tuvo en persuadirles a esto (demás de los sobornos de dinero) con mil doradas razones, dichas en lenguaje Español, que lo hablaba bien con extremo, por el mucho tiempo que había cursado entre nosotros, pieza importante en los Generales de un ejército, según que son eficaces los hechizos dados a cualquier hombre en su lengua natural. Paliaba Hasdrubal el trato, justificándole con que él no pedía que se conjurasen contra los Romanos en su favor, ni que tomasen las armas contra aquellos, que fiados en su fidelidad, les habían pagado sueldo, sino que se estuviesen neutrales, pues el que podían ganar en aquella guerra con riesgo de sus vidas se les pagaría él en sus mismas casas en sana paz, más colmadamente y con más seguridad de ellas. Con estas alegaciones y andar Españoles en ambos ejércitos, que hacían oficio de medianeros por Hasdrubal, súbitamente empezaron los Celtiberos a desordenarse y salirse del Real, sin ser poderoso a detenerlos el resto de Romanos que allí quedaba, ni con ruegos ni con rieptos [retos].
No daban otra respuesta al General que les afeaba la partida, que decir, los necesitaba a ello haber de acudir a matar una guerra doméstica, que estaban avisados [que] se encendía en sus mismas casas. Estos son los desmanes a que se aventura el General, que pone el peso de la guerra en fuerzas extrangeras, porque para bien andar, el número de los propios y naturales soldados ha de ser tan bastante que, a todo correr turbio, pueda con ellos solos sustentar la reputación. Visto pues Scipion por la pinta de este siniestro, que se le prometía dseastrado suceso, si aguardaba al enemigo con tan desiguales fuerzas, y atajado el paso para poderse juntar con su hermano, determinó de levantar el Real y retirarse a más que de paso, hurtándole siempre el cuerpo al enemigo, que ya había pasado el Río, y venía marchando tan aprisa, que casi le picaba en la retaguardia.
Aquí peleaba con el justo miedo el acongojado Scipion, y por allá su hermano Publio, ignorante de su desgracia, iba con gran denuedo en busca de Magon y su compañero, mas vino a dar en otro tanto atolladero, en razón de un nuevo enemigo que sobrevino. Era éste el Príncipe Africano Masinissa (amigo por entonces de los Cartagineses), el cual penetrando el pensamiento de Publio Scipion por sus ordinarias espías, y que caminaba, según dice Beuter, por el llano de la villa de Cabañas, por junto a un pueblo que llamamos las Cuevas de Benroma o Benceroma (en la tierra que dicen el Maestrado, en este Reyno) le salió al camino a dar perpetuos rebatos con su caballería, y dábaselos tan sin holgar, que para nada le concedía resuello de cuanto era menester para la vida humana, antes bien incesablemente le corría la tierra hasta dentro de sus tiendas y reparos y los traía desasosegados con un continuo sobresalto.
Con tales apretones vinieron los Romanos a estrecharse de manera dentro de su hueste, enredichos de todo el uso de la campaña, por la fatiga de los importunos acometimientos de la caballería de Masinissa, que sin pensarlo se hallaron como cercados. Son grandes comuneros los males, y andan sempre muchos de camarada, como lo experimentó Publio Scipion en sus desgracias, que una se alcanzaba a otra, pues sin el sobrehueso [sic] de Masinissa, tenía aviso que llegaba en favor de sus enemigos un gran señor Español llamado Indibilis, con siete mil y quinientos soldados Españoles, hechos en tierra de los Suesanos, o Suesetanos. Esta gente que levantó Indibilis a sueldo de los Cartagineses, no hay autor antiguo que nos diga de qué parte de España vino. Solo Ptolomeo escribe que acullá en frontera de los Vardulos, en nuestra España Tarraconense, en la contribución de unos pueblos llamados Caristos, estaba la ciudad Suestasio o Suesacio, como dice Ortelio se lee en el Texto Griego de Ptolomeo.
Echando por este rastro, afirmaron Florian de Ocampo, Beuter y Ambrosio Morales, que Suesasio, cabeza de los Suesanos o Suesetanos, era la que después, en tiempo de los Godos se llamó Suesa, y en el nuestro Sangüesa, tierra de Navarra en los confines de Aragón. Esto dicen que se averigua por escrituras auténticas y privilegios de los Reyes antiguos, reservados en los Archivos. Mas yo nunca daré crédito a que Indibilis se hubiese entrado tan adentro a hacer gente. Antes siento que los Suesetanos o Suesetanos eran comarcanos a nuestro Reyno. Porque contándonos Tito Livio las guerras que hicieron en él los dos hermanos Indibilis y Mandonio, siempre en la relación de sus talas y correrías, junta la tierra de los Suesetanos, con la de los Sedetanos, que son los del campo de Xativa, y los demás de allende Xucar. Para que se entienda más claro, volveremos a repetir lo que dijimos ya ne el libro sexto (y lo trae Livio en el octavo libro de dicha Década) que cuando la dio a Publio Scipion Africano en Cartagena aquella enfermedad, que le contaron por muerto, a la par se amotinaron contra Roma sus mismos soldados, que estaban en el presidio de Xucar en nuestro Reyno, y los dos hermanos, Indibilis y Mandonio, señores de los Ilergetes se rebelaron y entraron a correrle, acompañados de Aragoneses y de otros pueblos de Cataluña, llamados Leletanos, todos los cuales correspondiéndose con los amotinados de Xucar, dice Tito Livio que talaron los campos de los Sedetanos y Suesetanos, lo que dejaron de hacer en sabiendo de la convalecencia de Scipion y a toda diligencia se volvieron a sus países.
¿Quien que tenga acuerdo podrá aprobar que corriendo el campo de Xativa los Ilergetes diesen consigo de un tranco en Navarra a correr el de Sangüesa? Eran pues, sin duda, de la frontera de nuestro Reyno, y por entonces amigos de los Romanos, porque como iban bambaleando en la fe de ellos los pueblos Españoles, según caían las piezas de la ventura así los dejaban y cobraban en un día. Vémoslo en nuestros Sedetanos y Suesetanos, que habiendo valido a los Cartagineses en la guerra de Sagunto y después contra los dos hermanos Scipiones, ahora en la era de Scipion Africano, habían trocado la voluntad con el trueque de la fortuna, y como confederados de los Romanos habían sido molestados de Indibilis valedor de Cartago, si bien volvieron a rebelarse, según que un ánimo noble sufre mal el yugo de la servitud.
En este medio cuenta el mismo Tito Livio, que el Cónsul Caton, que entonces llevaba el peso del gobierno de la España Citerior, levantó el sitio que tenía puesto a Sigüença, y se vino a poner con su campo del otro cabo del Río Ebro, sobre los Lacetanos en Cataluña, y que pasando la palabra de su venida, volvieron a su amistad los Luesetanos, Sedetanos y Ausetanos, que son los Catalanes de Vique [Vic]. También dice que de paso tomó Caton muchas compañías de mozos Suesetanos, por parecerle que serían de provecho para la guerra que iba a hacer a los Barceloneses Lacetanos, por estar enemistadas las dos naciones desde la jornada de marras en que les habían corrido la campiña a ellos y a sus vecinos los Sedetanos. Qué pueblos fuesen estos Suesetanos de la frontera de nuestro Reyno, no sabré asegurarlo. Solo hallo que en el Reyno de Murcia, vecino al nuestro, queda en pie una villa de hasta seiscientas casas con su castillo, llamada Siesa [Cieza?], encomienda de Santiago, que tiene por renombre "Siesa la desdichada", en razón de las muchas veces que fue combatida y saqueada por los Moros de Granada, cuando los había. Y porque dista no más de seis leguas de nuestro Reyno, por la parte de Monnover, podría ser que ella y la val de Ricote y los otros pueblos de la redonda fuesen los Suesanos.
CAPITVLO XXXI. Que contiene las victorias que hubieron los Cartagineses de los Romanos en el llano de Burriana, con la muerte de los dos Scipiones. Y como Lucio Marcio se rehizo contra los Cartagineses y se defendió de ellos. Con la gente que tenemos dicho en el capítulo precedente, llegó el Príncipe Indibilis a valer a los Cartagineses contra los Romanos, y como la calentura tuvo tan recios y continuos crecimientos, comenzó Scipion a desconfiar de su vida. Consideró que no podía librar bien de esta conjunción magna (que siempre amenazan ruinas) con la plática que tenía de las milicias, y se resolvió, vencido de la necesidad, en un arriscado parecer, de sacar las banderas que pudiese de su Real y partirse de noche a chocar con Indibilis, donde quiera que le topase, antes que se juntara con el enemigo. Dejando pues la guarnición que bastaba para la guardia de su Real, y por cabo de él a su Legado y Teniente Tito Fonteyo, se metió a la hora de la modorra [sic] por el camino, donde tenemos ahora situada la villa de San Matheo (según Beuter) y ciego de la que traía en la cabeza, encontrando con Indibili, peleó con él.
[...]
CAPITVLO XXXII. De cómo Marcio, General del ejército vencido de los Romanos, se rehizo y triunfó de los Cartagineses, que habían sido los vecedores. [...] Detrás de le ejército de Hasdrubal, cuenta Tito Livio, que se hallaba el otro de los Africanos, a seis millas, y entre medias de los dos, un valle profundo, con un bosque de árboles espesísimo. Éste valle, dice Beuter que sería el de Burriol, o su Pobleta, que divide los dos llanos de Cabañas y Burriana. [...]
CAPITVLO VLTIMO. En que se hace averiguación de las razones con que se prueba que las guerras y muertes de los Scipiones acaecieron en el llano de Cabañas [Cabanes], y se traen otras al mismo propósito. Nuestro Antonio Beuter, llevando adelante su opinión de que estas rotas pasaron en el campo de Cabañas, dice que por memora de ellas se fabricó en él un grande y artificioso arco de piedra labrada, que aún permanece en el mismo sitio donde estuvo alojado el Real que se rompió primero. Parece que le dejó allí la fortuna en aquella solitaria y rasa campaña, como horca puesta en camino para escarmiento de los ambiciosos. Y es cierto de celebrar su arquitectura, porque con estar todas sus piedras sin travazón de argamasa ni de otra liga, duran tan eslavonadas entre sí que no ha podido el tiempo ejecutar en ellas su acostumbrado rigor, y algunos le llaman el Arco de Barà, como otro que tienen en Tarragona. Añade Beuter que en aquella valle de Burriol, donde armaron los Romanos la emboscada, levantaron una columna de jaspe con letras, que hoy día se ve derribada por el suelo del camino, y de su letrero solo reservado de la boca del tiempo, el pedazo siguiente: GALERIO, VALERIO MAXIMIANO. Que quiere decir: Columna puesta a honra del Emperador Galerio Valerio Maximiano. Este fue compañero del Emperador Constancio Chloro. Comenzaron a ser Césares, según Panvinio, en el año doscientos noventa y uno, y Emperadores en el trescientos y cuatro, y murió Galerio en el de trescientos y once. A este le llaman Egnacio en su Epitome, y otros muchos, Armentario por sobrenombre. Otro emperador hubo con los mismos nombres de Galerio Valerio Maximiano, hijo de la hermana del primer Galerio, que murió en el año trescientos y trece.
Con uno de estos dos habla la piedra sobredicha. Y por cuanto desde el tiempo en que reinaron hasta el en que había sucedido aquella desgracia a la República de Carthago, pasaron centenares de años, imagina Beuter que si bien no se puso la columna en el mismo tiempo de la desgracia, por lo menos, el dicho Emperador la mandó plantar en el suyo para sesucitar la memoria de tan famosa Tragedia. A este tono, sospecha también, que el Arco de Cabañas fue obra del Emperador Nerón, en significación de los mismo, y sácalo por conjetura de una moneda de oro que fue hallada cavando junto al arco, en el año mil quinientos treinta y dos, de peso de dos ducados y medio, en cuya haz decía las letras: NERO. IMP. CAESAR. PONT. MAX. Esto es, moneda o medalla del Emperador Nerón, César, Pontífice Máximo. Y en el reverso, EX S. C. por decreto del Senado. No acaba de actuársele bien a Beuter este concepto en su entendimiento, y hubo de confesar que podría ser que acaso hubiese aquella moneda quedado enterrada en aquel campo, como se experimenta cada día de otras. Como quiera que ello fuese, las dos Repúblicas Cartaginés y Romana, se sintieron tan flacas y desmayadas de la sangre que habían perdido en batallas tan crueles, que obligándoles a tratar de su convalencencia por algún tiempo, dieron lugar de respirar a la guerreada España.
Ambrosio Morales, después de haber escrito lárgamente de esta guerra, revuelve tan impacientemente sobre nuestro Beuter que le carga de temerario y atrevido en su escritura, y le descomulga de la comunicación de los Autores dignos de ser creídos. No puede llevar con paciencia que tan por menudo vaya individuando los sitios, puestos y lugares donde Lucio Marcio triunfó de los Carthagineses, no habiéndolos señalado Tito Livio ni otro alguno de los que hablaron en este caso, y que si alguna particularidad tocó Livio, esa pugna de punta en blanco con Beuter. Porque, como se lee claramente en la "Década tercera", después que Lucio Marcio se juntó con Fonteyo, los dos se alojaron y fortificaron "dessotra parte de Ebro", y desde allí hizo los venturosos lances con los Carthagineses. Que siendo verdad, no lo pudo ser, que pasase todo como barrunta Beuter, en el llano de Cabañas, que se extiende del otro cabo del Río hacia la ciudad de Valencia.
Quanto a esto, tuvo razón Morales, pero cuanto al término de la censura, merece la suya otra tanta, pues no debiera en punto de conjeturas descomponerse con autor tan maestro de las historias Españolas, que se le dene [denegue?] la honra de haber sido el primero de los modernos que, con método, erudición y curiosidad trató de ellas. No habló con certeza en aquella individuación de puestos el estudioso Beuter, sino por indicios y conjeturas, y ayudado de aquellos cartapacios de memorias antiguas. Pero si por hablar adevinando merecen ser afrentados los historiadores adivinos, no lo merecía menos el mismo Ambrosio Morales de esta materia. En su libro sexto, capítulo primero, se pone de espacio adivinar que el sitio escogido por Marcio y Fonteyo para ponerse en defensa de los Carthagineses que les seguían sería en la comarca de Tarragona, como segura madriguera y primero refugio de Romanos, en que habla a ciegas y sin tener autor antiguo de su parto que lo diga.
Antes se puede colegir lo contrario de Apiano Alexandrino, en cuyo nombre se dijo arriba que, estando invernando Gneo Scipion en Cazlona la vieja, y Publio en Orsuna (que es Osuna de Andaluzia, según Morales) tuvo aviso de que venía cerca el ejército Cartaginés, y que asiéndose con él, fueron vencidos los dos hermanos. Si pelearon en la Andaluzia y Fonteyo quedaba a las espaldas del Real Romano (como queda dicho) color tiene de verdad que fue por aquellas partes el juntarse con Marcio, para rechazar el ejército. Y cuadra muy bien la presunción con lo que escribe Marco Tulio en la oración pro Cornelio Balbo, que en sabiendo la rota de los Romanos, los vecinos de Cádiz enviaron a dicho Marcio un socorro de dinero y gente. De donde se deja entender que todo este argadijo de cosas no vienen a pelo con el campo de Tarragona. Ni andaban tan lerdos los victoriosos Cartagineses que les dieran espacio a los vencidos, para atravesar en la huída tanta tierra a su salvo, llevándolos tan acosados como lo cuenta Tito Livio.
Ni porque el escriba, que los encuentros de Marcio con los Carthagineses fueron "dessotra parte del Rio Ebro", queda concluído que hubiese de ser en la de Tarragona, tan remota de Cazlona y Ossuna, como si no pudiera ser en las otras más cercanas de Castilla y Aragón, cuyos campos riega también el Ebro. No me entretengo en probar esto porque crea que las muertes de los Scipiones acontecieron en Andaluzia, que no contradice que después de salidos de aquellas ciudades con su campo, viniesen a ser las puñadas en el Reyno de Valencia, según que los ejércitos andan en retartarillas a veces, hasta llegar a las presas. Ni tampoco tengo por esficaces las conjeturas de Beuter, fundado en el arco de Cabañas, en la moneda hallada en su contorno y en la columna de jaspe del valle de Burriol, pues a él mismo, como varón de claro ingenio, no se le acabó de asentar que las monedas de Nerón y columnas puestas al Emperador Galieno fuesen memorias de cosas tan remotas y distintas como fueron las que por tantos siglos atrás habían sucedido en España.
El Arco de Cabañas [arc de Cabanes], por carecer de letrero, parece que está como malilla [sic] para que hagan de él los escritores lo que quisieren, y sin duda, según es su hechura maravillosa, y maravilloso el asiento, se hizo por sustento de la memoria de algún caso que allí pasó ignorado ahora por nosotros. Beuter y el maestro Pradas, en su libro de las Imágenes, pretenden que debió de ser el de la muerte de los Scipiones. Ayudoles Dios con su sospecha. Yo también, adivinando, digo que, pues a este Arco le llaman comunmentede Barà, como otro que hay en Tarragona, que se puso por algún suceso de aquel primer Conde de Barcelona llamado Barà, o Barah, o Beron, según que de ello da fe la historia de Aymohino.
[...]
Piensa Beuter que no es mala conjectura la del puesto comarcano al Arco de Cabañas, que hoy día se llama las Cuevas de Ven Roma, como quien dice lugar a donde fue vencida Roma, o vencedora, según el dicho Pradas. Y confírmalo con muchas columnas que desde tiempo de Romanos han quedado, y quedan aún, como es de ver en los llanos de Castellón, una enhiesta cabe la venta que llaman Emperadora; otra derribada, sobre la Puebla de Burriol; y en el valle de Burriol muchas por el suelo. También en Trayguera, al extremo de nuestro Reyno, en una ecrucijada, donde se parte el camino de Ulldecona y Tortosa, queda otra en pie, que los Christianos le han echado una cruz encima. Mas no falta quien glose que el nombre de Ven Roma es arábigo, como los demás de este reino, y que se ha de pronunciar /Ben Roma/, que quiere decir 'Cuevas del aduar del Moro Roma', o 'Cuevas del ganado', de la palabra /Roman/, que en aquella lengua significa ganado, por los muchos que se acogían a las cuevas que por allí hay.
[ESCOLANO, Gaspar (1611). Segunda parte de la Década primera de la historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Columnes 584-634. En Valencia, por Pero Patricio Mey, junto a Sant Martin. A costa de la Diputación.] books.google.es