Luisa Camañes Monserrate


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Portell: usos y costumbres, desde el siglo XIX al XX (1990)


LAS VIVIENDAS (pp.35-41)

En 1913 Portell tenía 1.120 habitantes que vivían amontonados por la escasez de viviendas, pero los medios económicos impedían la reforma. La primera casa que se construyó en este siglo [XX] fue el año 1926, cuyo dueño era Amador Marín, en la calle La Placeta, número 2. A partir de entonces ya se empezó a hacer reformas y alguna casa nueva. El año 1926 emigraron noventa hombres a Francia, haciendo la campaña de la Greda, trayéndose cada uno sustanciosos beneficios. A los que se dedicaban al oficio de albañil les quedaba mucho trabajo por delante si se tenía que hacer una reforma de todos los edificios tan desmejorados. Tanto era así que el año 1988 aún se sigue trabajando con el mismo fin.

Hasta los años sesenta, los trabajos de albañilería iban a cargo de: Vicente Dols, Miguel Mestre, José María Camañes, Nicanor Monfort, Santiago Ferrer, Amador Dols, Edilberto Ferrer, Joaquín Querol, Santiago Boix [no Bois, l'abuelo 'Moncofa'], Francisco Monfort ['Sensio'], Juan Camiols ['Juanet'], Teodoro Ferrer.

Especialistas en hacer paredes eran: Manolet Monfort, Miquelet Monfort, Miquel Monfort y Ramón Folch [no Folc].

A partir de ahí, poco más o menos, fueron: Francisco Monfort, Juan Camiols [no Cambriols], Santiago Boix [no Bois], Teodoro Ferrer, Luis Camiols [no Cambriols], Manuel Vicente Gil ['Lucianico', procedent de La Iglesuela del Cid].

En la actualidad [1990] están: Juan Camiols [no Cambriols], Luis Camiols [no Cambriols], Manuel Vicente Gil, Eugenio Chillida [procedent d'Ares], Teodoro Ferrer.

Los edificios los construían con piedra, cal y arena, y para las vigas, madera. Unos meses antes de empezar a construir tenían que abastecerse de los materiales, buscar a los hombres especializados que se encargarían de eso.

Para cortar la madera tenían que mirar la luna vieja para que no se apolillara. Antes habían comprado los pinos y habían buscado los serradores, que podrían ser José Marín, que era tratante de madera y serrador, Leonardo Ferrer, Santiago Dalmau, Manuel García, Abdón Dalmau [no Adón] y Tomás Marín. Últimamente, Saturnino, Antonio y Celso Dalmau Altaba. Este era un trabajo pesado, ya que se hacía a mano, con una sierra grande que se llamaba tronsador. Los primeros serradores que usaron sierra con motor en Portell fueron Francisco Agut Cruz ['Xurro'] y Emilio Monfort Villanueva ['Placeta'].

Otra cosa era preparar la cal. Tenía curiosidad por saber cómo de piedras salía una cal tan blanca. Hice que me lo explicaran punto por punto y Agustín me lo contó con toda amabilidad. Este hombre había trabajado mucho en ello, aunque los especialistas como paredadores de las piedras del horno ya han muerto. A primeros de siglo era Juan Bono y por los años cincuenta Ramón Folch [no Folc]. Lo escuché con atención y lo describo en estas páginas para que los lectores de otros siglos sean conocedores de estos trabajos medievales.

Antes de empezar un horno se tendrán preparados unos 1.500 'hormigueros' de leña, aliagas y desperdicios del bosque. Se hace la cazuela, que es un hoyo redondo en la tierra, con una profundidad de unos seis metros, poco más o menos, por cuatro de diámetro. Se va colocando toda la piedra en forma de cúpula, dejando un agujero al centro que terminará con una piedra (esta se llamaba la 'llave'). Este agujero, que será de unos 30 centímetros de diámetro, se hará llegar hasta la superficie del fondo de la pared, que es por donde alimentarán al horno. Antes ya han vaciado un espacio para suministrar la leña, siempre atizada con unos hierros largos. Durante ocho días no debe parar ni un solo minuto la llama del fuego. Cuando ya está cerca de haberse cocido, salen unas llamas de múltiples colores a la superficie que duran unas cuantas horas. Cuando estas se hayan apagado será señal de que la operación se ha consumado.

Había dos clases de cal: la blanca, que se usaba para blanqueo, y la morena, que era para hacer mortero, o sea, lucir y hacer pared. No tenía otro secreto que elegir la calidad de la piedra. Había canteras que servían para una cosa y otras para otra. Ya estaba hecha la cal pero, antes de usarla, había que ponerla en remojo. Recién hecha, estaba 'viva' y hubiera quemado lo que encontrara a mano; había que matarla. Me expreso así porque su nombre era cal viva y cal muerta. También se aprovechaba para desinfectar las aguas de un pozo. Esa piedra que parece inofensiva hierve al tocar el agua y ella misma se desintegra matando todos los gérmenes.

La teja del tejado se compraba en la masía Moles [no Molés] o en el mas de Rambla. Portell tenía dos tejerías.

La arena la traían de la rambla de este mismo pueblo. Las piedras, de las mismas canteras, así es que, como vulgarmente se dice, todo quedaba en casa. Todavía están presentes, Antonio Bono y Santiago Boix [no Bois], dos hombres que ya han cumplido los ochenta años y con excelentes facultades mentales, una memoria fabulosa, están fuertes y con energía, a pesar de los duros trabajos que han hecho durante su vida.

"¿Y la piedra?", pregunto yo. "¡Ah, eso es otra cosa! Es difícil de arrancarla y tenían que ser expertos, aunque no lo parece, porque toda era manual. El agujero para poner la pólvora se hacía a mano o en masacopla". Quedé sin saber lo que me decía. Ante mi extrañeza siguió contando: "El trabajo de masacopla* consistía en que un hombre sostenía con las manos un barreno pequeño y otro pegaba con una maza. Al imprimir el golpe no se podía equivocar ni de dos centímetros, porque, si ocurría esto, el golpe magullaría las manos del que sostenía. Con esto se adelantaba mucho más, pero eran pocos los que lo sabían hacer".

*En un blog portugués trobem aquesta paraula 'maçacopla' en un article titulat "Cortar as pedras": "[...] Sentava-se um dos trabalhadores sobre uma pedra a jeito ou sobre desajeitado banco (tábua pregada em pedaço de tronco de pinheiro), com resto de manta velha em cima, para não fazer doer as nádegas; segurava no pistolo a preceito, bem na vertical, enquanto outro, empunhando o maçacopas (= maçacopla) [sic], ritmado ia batendo. E o de baixo rodava o pistolo e alevantava-o sempre após cada batidela, para se obter furo circular. [...]" notascomentarios.blogspot.com

Estos trabajos artesanos, a fuerza de horas de trabajo, iban amontonando la piedra que, con carretas y, años más tarde, con camiones, era transportada para formar las paredes.

Los carpinteros que completaban la obra, a últimos del siglo pasado, eran Manuel Sorribes Ferrer 'Corca', Fermín Sorribes y Simeón 'de Mestreta'; y, en este siglo, Tomás Monfort 'Placeta', Pasián Altaba 'Conill' y Miguel Ferrer Castell 'Pardalero'. Este último fue un carpintero muy bueno para sus tiempos. Lo mismo hacía una cama, una cómoda, un armario, o los famosos trillos y palas, que eran tan precisos para la trilla. Tanto era así que en Olocau del Rey, que se celebraba la feria de San Juan, nunca faltaban los famosos trillos de Portell, que abastecían los pueblos de la comarca. Y todavía más lejos, en la feria de Sant Pau [Albocàsser], las compraban los de la Plana. Las cosechadoras han hecho olvidar los trillos y demás enseres y aperos que, como todo lo inservible, han sido pasto de las llamas.

Siguieron de carpinteros, los hijos: Tomás, Bruno y Alberto Ferrer. Hoy solo queda este último que, teniendo la misma destreza que el padre, a la perfección, hace balcones torneados, puertas y cocinas, siendo el único carpintero en este pueblo, que mantiene el oficio en 1988.

Para construir las viviendas eran también precisos los herreros que, poco a poco, iban moldeando los balcones y alguna reja. El oficio de herrero tuvo su época: fueron tres herrerías las que estaban funcionando a mediados de siglo. A últimos del siglo pasado ejercía Miguel Carceller Peraire, lo reemplazó su hijo Simón, más tarde sus nietos, Jose Miguel, Amador y Ricardo.

Otra herrería era la de Dionisio Contel (y sus) hijos Mariano y Agustín; y la tercera, (la de) Manuel San Martí. Hoy, en 1988, no existe ninguna. Todo lo referente a hierro o aluminio tiene que servirse de los pueblos colindantes.

Hoy, los edificios en Portell se hacen con la misma construcción del resto del país y, empezando por lo más sencillo, que es la arena, y terminando por lo más importante, nada es de aquí, todo se trae de fuera. Completamente distinto a la construcción que nos dejamos a mediados de siglo.

[FOTO: Vestido a la usanza de los años 40 del siglo XX.]

[CAMAÑES, Luisa (1990): Portell. Usos y costumbres, desde el siglo XIX al XX. Impr. en Gráficas Aparici. Castellón.)


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Recopilació bibliogràfica i transcripcions de Jacint Cerdà