LA CRUZ DE HIERRO
Letra de A. Fernández
En un pueblo de Sevilla
ocurrió un suceso
que nunca se olvidará,
con la hija de un jornalero.
Eran una familia pobre,
y a esta hija que tenían,
que la mandaron sus padres
que a servir a Sevilla.
El hijo del señorito
de la casa que servía
se enamoró de la joven
y un día así le decía:
"Como mis padres son viejos
y les queda poca vida,
si tu te casas conmigo
serás una mujer rica.
Desde el día que tú entraste
aquí a mi casa a servir,
me enamoré de tu cara.
Quiere que seas para mi."
Entonces dijo la chica:
"Si es que de veras me quieres,
habla primero a tus padres
y diles lo que pretendes.
Aunque en un pueblo he nacido
yo no me puedo fiar
de las promesas de un hombre
porque me puede engañar".
Con palabras engañosas
a la joven convenció
y al año de estar sirviendo,
un hermoso niño nació.
Virgen de la Soledad,
¿y qué digo yo a mis padres?
Pues sigo siendo soltera
y al mismo tiempo soy madre".
Desde aquel día, el señorito,
a su casa no volvió,
y muy triste con su hijo
que la joven se quedó.
Decidida, una mañana,
a sus señores habló,
y les dijo lo que pasaba
que con gran pena y dolor.
"Lo que dices es mentira",
la señora contestó,
"Mi hijo nunca mancharía
nuestro nombre y nuestro honor.
Así que estás despedida,
no vuelvas más a esta casa,
busca a quien robó tu honra.
Tu eres una descarada".
Cogió a su hijo, la joven,
y que de allí se marchó,
y andando por un camino
una cruz de hierro vió.
"Cruz bendita del camino,
haz que ese malvado vuelva,
arrepentido me cubra
con su nombre, esta vergüenza".
Andando por los caminos,
que a su pueblo llegó,
y en brazos de sus padres
que llorando se arrojó.
"Padre mío, qué vergüenza,
me dan ideas de matarme.
Vengo a casa sin marido
y sin embargo, soy madre".
Pero de pronto, en la puerta,
alguien con fuerza llamó.
Era aquel señorito
que de la chica abusó.
"Vengo a pedirte perdón,
Luisa del alma mía.
Vengo a casarme contigo,
a que unamos nuestras vidas.
Arrepentido volví
a casa de mis padres
y les conté la verdad
y me mandaron a buscarte".
Luisa, con alegría,
a aquel hombre abrazó
diciendo: "Estás perdonado;
también creo lo haga Dios.
Si alguna vez tengo una hija
no la mandaré a servir
a casa de señoritos.
Que no les pase lo que a mí.
Ahora recuerdo una cosa:
Que en un camino encontré
y que una gran cruz de hierro
y ante ella me arrodillé.
Le pedí que tú volvieras
y se ve que me escuchó.
Mil gracias te doy, Dios mío,
con todo mi corazón".
Pronto los dos se casaron
y muchos hijos vinieron,
y vivieron muy felices
gracias a la Cruz de Hierro.
FIN
* * *No diu el nom de la impremta. Editat amb "AGADIR,
LA CIUDAD DESTRUÍDA" |